domingo, 2 de septiembre de 2007
Historia y elogio del choripan
Buscando como se originaron los famosos carritos de la Costanera de Buenos Aires, encuentro estos apuntes tan bien escritos:
**Los carritos **
“En 1953 0 1954 estacionaba nada menos que en Libertador y Bullrich un camión Chevrolet del 28 que había carrozado de aluminio con ventanas que hacían de mostradores donde despachaba panchos y cerveza tirada “, evocó memorioso. Para 1955 se mudó a la Costanera -de Salguero hacia el Sur- ya como parrilla y tuvo casi una docena de imitadores (el último se llamó Negro el 11). Los parrilleros del Polaco -Juan Carlos, Roberto, Pérez y Dino- fueron adorados por una clientela atildada y pudiente que acudía de trasnoche.
Además, “el Tano Guido estacionaba un triciclo con dos calentadores Primus en donde hoy está Costa Salguero y ofertaba chorizos a la pumarola “.
*Francisco N. Juárez*
**Elogio del choripán**
Nuestro porteño choripán es mucho más que un chorizo, de dudoso origen, colocado en medio de un pancito o un simple cacho de pan. El choripán, como el dulce de leche, es una de nuestras señas de identidad y -posiblemente- uno de los elementos nacionales más extrañados en el extranjero. Nuestro modesto fast food nacional, al contrario que las pizzas, perros calientes y hamburguesas, constituyen uno de los baluartes contra la globalización exterminadora de individualidades. Porque… con un simple tacho, una bolsa de carbón, un alambrado como parrilla, varias ristras de chorizos, una botellita tapada con un corcho cortado y rellena con el chimichurri que preparó la vieja y una bolsa de pancitos, se coloca la piedra fundacional de la propia empresa. Sin necesidad de local, franquicias, costosos royalties, teléfono, Internett, empleados, contabilidad ni impuestos.
Con comunicación personal e instantánea, como demandan los manuales de marketing. Sin invertir un mango de publicidad, ya que el humito de la grasita derritiéndose entre los carbones se encarga de anunciar a todo el mundo, laburante o no, las virtudes excelsas de nuestro alimento nacional.
El choripán es el canto al individualismo empresario. No genera deuda externa. Permite la movilización constante del capital en busca de una mejor oportunidad de rentabilidad, ya sea junto a una cancha, manifestación, cola de los que mangan laburo a San Cayetano, el costado de una carretera recorrida por camiones, o simplemente cerquita de una estación de tren.
¿Qué el contenido de los chorizos es dudoso? Puede ser. Pero, ¿le vamos a pedir limpieza de origen a estos pobres, si no se la pedimos a diario a los que nos esquilman desde palacios públicos y lujosas oficinas?
El choripán, diría Minguito, es como la vieja. Noble, sin renuncios, agradecido. Siempre está ahí, en las buenas y en las malas.
**Osvaldo Parrondo**
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